domingo, 12 de octubre de 2008

Manos del artífice













4 comentarios:

Anónimo dijo...

Manos de mago, manos de invocar, parecen de estatua de mármol de tan vivas.

Maykel dijo...

Manos de nictálope, a contraluz...
Te echo de menos. Casi no te dejas ver.
La otra noche, en lugar de una libélula, había una araña por la cocina.
Espero que estés bien y seas el mismo, por los siglos, invariable.

Anónimo dijo...

Mío, también te echo de menos.
He estado enfermo, pero esto no afectará nunca mi eternidad.
Extraño tus letras, por ello me sumerjo en tu espacio para buscar las perlas vivas que me recuerden tus susurros a mi ventana.

Anoche soñé con muchas manos, estaban en fila, sin dueño, como si fuese un alfabeto dactilógico, y hacían señas. Al fondo una cortina de teatro, era un escenario. No recuerdo las señas como para cifrar el mensaje, pero era un sueño de esos que agotan por lo extraño, asustan.

Hoy regresé de Gandía, el pueblo al que voy para respirar hondo. Unos amigos cubanos me trajeron malangas de cuba, las comestibles, fue grato rayarlas en mi "guayo" artesanal y hacer las frituras de toda la vida. Las comimos sin aderezos, solo sal, para degustar la savia de la tierra de la isla.

No me gustaron nada las noticias que me han traído estos amigos nuestros desde la Isla y que mi madre se empeña en colorear a su modo, con su alma de novelista, por no traerme pesar. Ciclones, carencias... Sé que no hay nada nuevo en ellas que no haya adivinado, es una Isla detenida en el tiempo y el espacio por mucho que nos engañe su agua en movimiento, sus almas danzantes ni sus retratos de muchas sonrisas, aún así, me siento débil, triste ni siquiera los misterios iniciáticos logran salvarme de mi modorra.

La araña que viste es otro símbolo, ya me vas conociendo, no es sólo símbolo de la Gran Madre, sino de que cuando uno debe ya tejer alrededor de un centro, con hilos poderosos, un cuenco donde reposar las aguas. Un símbolo de unirse a algo, así sea a uno mismo. Un signo de que hay que cuidarse, de que puede haber peligros. Si la araña desciende entonces sobre nuestras ropas, entonces es un buen presagio, protección.

Lo que se me ha colado en estos días en casa han sido una babosa sin concha y una mariposita blanca.

Este año he viajado demasiado hacia dentro y fuera, y he viajado solo, pese a los fantasmas y los guías. (Parece que estoy solo/pero llevo en derredor un mundo de fantasmas.) quizás es eso lo que sucede, que debo ser menos orgulloso y pedir compañía, que me tomen de la mano.

He comenzado a escribir cartas sin destino. Un nuevo diario. Voy a reconstruir todo lo vivido como en verdad hubiese querido que sucediese. A veces me da un terror extraño y tengo que frenarme de no ir corriendo a la tierra del bosque a desenterrarme junto a mis recuerdos, pero luego río, miedo extraño. Por eso recrearé nuevos recuerdos, limpiaré los viejos, quien sabe y nazca una novela.

Hoy hay Luna llena y tengo asma. cuando leí en la Villa que lo padeciste tuve un sobresalto, incluso Casandra padece la miopía de lo evidente. Mi paje insiste en irnos al Bosque a hacer magia, un "baño" de hojas frescas y agua de coco. Quizá cuando regrese todo esté mejor dentro de mí. Mi paje semeja a Truni y sus rezos.

Me falta el mar, el mediterráneo es hermoso, pero para eso, para contemplarlo en Sorolla. No tiene la hondura del mamey o la papaya para sumergirse dentro cali-adormecido.

Hoy leí tu historia, la de Pulgarcita, qué triste.

Cuando partas al mundo, viajero, no hagas como yo, que me despedí del mar. Es malo despedirse del mar, que no de la gente.

Muchos besos de los nuestros, te ama,
tu libélula

P.d me gustan tus manos.

Maykel dijo...

Libélula...
Últimamente soy yo el que se tarda en aparecer. No estoy enfermo, ni lo he estado en mucho tiempo,pero mi abuela sí está enferma y estoy un poco a su cargo, ayudándola a sobrellevar la fragilidad de las piernas y de la mente.Esto me retiene por el momento, pero no lo dudes, te extraño, y veo señales por todos lados, mensajes tuyos en cada presencia alada...
Tienes razón en cuanto al mar, y otra vez coincidimos en la vocación por escribir cartas que refieren imposibles, sucedidos de otro sabor más tenue.
En cuanto a mis manos, como todo lo que no me pertenece, son tuyas.
Un beso, mi Libélula.